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Estrada se ha convertido en un símbolo de lucha por la eutanasia.

El caso de Ana Estrada, una psicóloga de 44 años que padece de polimiositis desde hace 30 años, ha sido el detonante para que el tema de la eutanasia vuelva a ser discutido en la religión. Estrada se ha convertido en un símbolo de lucha por la eutanasia tras haber solicitado a la Corte Constitucional de Perú que la autorice a poner fin a su vida dentro de la legalidad.


“Me di cuenta que esto no era vida para mí, que yo ya lo había perdido todo. Me di cuenta que en mi país está criminalizado si alguien me ayuda a poner fin a mi sufrimiento”, dijo en su audiencia oral el 7 de enero.

A través de su cuenta de Twitter, Estrada compartió una explicación sobre la “Muerte digna”, que es descrita por la Defensoría de Perú como un derecho fundamental reconocido en varios países del mundo. En relación con esto, la psicóloga mencionó: “Aquí conceptos muy importantes para comprender el derecho a la muerte digna. Ojo: no se trata de morir por morir, se trata de un derecho”.

No obstante, no se trata solo de Estrada, múltiples casos en la región han servido para despertar este debate. En Chile, Cecilia Heyder, que padece de cáncer terminal y otras patologías, se encuentra luchando igualmente por el derecho a tener una muerte digna.

En entrevista con DW, Diana Aurenque, de la Universidad de Santiago de Chile, aseguró que, en sociedades pluralistas, las tolerancias sobre la vida y la muerte son diversas. “El estado debe garantizar que ninguna persona esté obligada a mantener una existencia que, para sí misma, sea considerada un sufrimiento”, explicó.

Por otro lado, el médico argentino Jorge Luis Manzini, experto en bioética, consideró que los estados no tienen ninguna obligación de preservar la vida de alguien en contra de su voluntad, de lo contrario, serían tratos crueles, humillantes y una violación de los derechos humanos fundamentales.

A pesar de la negativa de aprobar una ley que legalice la eutanasia, esta sigue existiendo, al igual que han existido desde hace muchos años los abordos clandestinos; sin embargo, es llamada “eutanasia pasiva” y que consiste en la readecuación del esfuerzo terapéutico.

“Un paciente que está en terminal es absurdo que esté con tratamientos de soporte vital como respirador o diálisis renal y, con consentimiento informado del paciente, se retiran”, aclaró Manzini, pero la eutanasia, en sí, funciona de manera distinta.

La aplicación de la eutanasia implica regular temas como el consentimiento del paciente, así como un proceso de revisión por parte de un equipo externo de especialistas o un comité de ética, que determine que la decisión fue tomada por el paciente en su beneficio.