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Una investigación reciente ha revelado que el derretimiento acelerado de glaciares y casquetes polares, impulsado por el cambio climático, podría desencadenar un aumento significativo en la actividad volcánica explosiva. El fenómeno se debe a la pérdida de presión sobre las cámaras de magma subterráneas, lo que facilita la liberación de gases y la ocurrencia de erupciones más frecuentes y violentas.

Este proceso ha sido observado en Islandia, donde la interacción entre placas tectónicas y masas de hielo ha generado un patrón de vulcanismo creciente. Sin embargo, el nuevo estudio realizado en Chile marca uno de los primeros casos documentados en un continente, demostrando que tras el fin de la última edad de hielo se produjo un repunte abrupto en la actividad volcánica.

El calentamiento global, causado principalmente por la quema de combustibles fósiles, está derritiendo glaciares en todo el mundo. Según los investigadores, la región con mayor riesgo de reactivación volcánica es la Antártida occidental, donde al menos 100 volcanes permanecen ocultos bajo una gruesa capa de hielo que podría desaparecer en las próximas décadas.

Aunque las erupciones volcánicas pueden enfriar temporalmente el planeta al expulsar partículas que reflejan la luz solar, una actividad sostenida liberaría grandes cantidades de gases de efecto invernadero como dióxido de carbono y metano. Esto podría generar un ciclo de retroalimentación: el calentamiento provoca deshielo, el deshielo activa erupciones, y las erupciones intensifican el calentamiento.

La investigación fue presentada en la conferencia de geoquímica Goldschmidt en Praga y se encuentra en proceso de revisión académica. El equipo realizó estudios de campo en los Andes chilenos, incluyendo análisis detallados del volcán Mocho-Choshuenco. Mediante datación por radioisótopos y análisis mineralógico, se determinó que entre 26.000 y 18.000 años atrás, una capa de hielo de 1.500 metros suprimió las erupciones, permitiendo la acumulación de magma a profundidades de hasta 15 kilómetros. Cuando el hielo comenzó a retirarse hace unos 13.000 años, la presión disminuyó, los gases se expandieron y se produjeron erupciones explosivas.

Además, se observó un cambio en la composición del magma, que se volvió más viscoso y explosivo al fundir rocas de la corteza terrestre. Este patrón sugiere que el fenómeno no es exclusivo de Islandia y podría replicarse en otras regiones como Nueva Zelanda, Rusia y partes de Norteamérica.

Los científicos advierten que aún hay pocos estudios sobre cómo la crisis climática afecta la actividad volcánica. Consideran urgente ampliar la investigación para anticipar los riesgos y comprender mejor los posibles ciclos de retroalimentación entre el clima y los volcanes, que podrían agravar la emergencia ambiental global.