
La Semana de la Moda de Londres llega con cambios visibles en pasarelas y decisiones estratégicas en la cúpula de la industria, en un intento por recuperar peso frente a Milán y París. La cita combina espectáculos llamativos de casas históricas con una apuesta institucional de la British Fashion Council (BFC) por reactivar el ecosistema británico bajo la dirección de la nueva directora ejecutiva, Laura Weir.
Las firmas han ocupado emplazamientos emblemáticos de la ciudad: Burberry instaló una estructura temporal de grandes dimensiones en el jardín privado de Kensington Palace para su desfile, y la sala de baile del antiguo edificio de la embajada de Estados Unidos, ahora hotel de lujo, se acondicionó para la celebración del vigésimo aniversario de Roksanda. Estos montajes contrastan con un panorama sectorial que enfrenta problemas estructurales derivados del Brexit, la pandemia, la subida del coste de la vida y cadenas de suministro alteradas.
En lo institucional, la BFC plantea una hoja de ruta centrada en reforzar la posición comercial de la moda británica. Entre sus prioridades figuran la incorporación del sector en acuerdos comerciales, la atracción de marcas que trasladaron sus desfiles a otras capitales europeas y la búsqueda de talento fuera de Londres. Weir apuesta por ampliar la base de diseñadores emergentes y por estrechar la colaboración con grandes minoristas nacionales para impulsar distribución y visibilidad.
El debate sobre la sostenibilidad del modelo formativo y la accesibilidad de la carrera en moda ocupó espacio en el Parlamento por primera vez esta semana. Los recortes en financiación artística y la dificultad de acceso a la educación creativa en regiones fuera de la capital han reducido la cantera de nuevos diseñadores. Como respuesta, la BFC ha puesto en marcha programas piloto que llevan a creadores de vuelta a sus escuelas de origen para inspirar a estudiantes y restablecer el flujo de talento regional.
Los grandes almacenes y cadenas de retail aparecen como socios clave en la estrategia de relanzamiento. Selfridges, Harvey Nichols y John Lewis se perfilan como aliados estratégicos que, además de comercializar moda, colaboran en iniciativas de promoción y edición limitada con diseñadores contemporáneos. Este tipo de sinergias busca fortalecer la infraestructura comercial del sector y apoyar nombres emergentes con presencia física y logística.
La recuperación de iconos nacionales y el retorno de marcas que hoy exhiben en París o Milán figuran entre los objetivos a medio plazo. La estrategia contempla tanto incentivos comerciales como acciones para consolidar la educación creativa y el acceso al mercado, con la vista puesta en devolver a Londres un papel central en la agenda de la moda internacional.
