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Cientos de miles de personas han colmado las calles de diversas urbes del continente europeo.

En el marco de un brutal agravamiento de la situación sanitaria a causa de la pandemia del COVID-19, cientos de miles de personas han colmado las calles de diversas urbes del continente europeo para manifestar su descontento contra las nuevas restricciones impuestas por los gobiernos para tratar de controlar el esparcimiento del virus, que hasta el momento ha infectado ya a más de 100 millones de personas en el mundo y ha causado el fallecimiento de más de 2 millones.


El domingo pasado, en diversas ciudades de los Países Bajos (entre ellas La Haya y la capital, Ámsterdam), grupos de manifestantes sostuvieron violentos encuentros con las fuerzas de seguridad (según algunas fuentes, los peores en casi cuatro décadas) que se saldaron con más de 200 detenidos y cuantiosos daños materiales. El primer ministro, Mark Rutte, cuestionó los incidentes, aseverando que nada tenían que ver con un reclamo legítimo y tachándolos de “violencia criminal”.

Entretanto, un colectivo autodenominado ‘Los Hombres de Negro’ ha tomado las principales arterias viales de la capital danesa, Copenhague, coreando consignas como “libertad para Dinamarca”. Sin un líder visible hasta el momento, y utilizando las redes sociales para anunciar sus convocatorias, el movimiento ha generado preocupación en el gobierno por su marcado carácter negacionista (niegan la existencia de la pandemia y se oponen férreamente a la aplicación de vacunas). Sin embargo, las acciones de calle aún no han tomado el tinte violento de otros países.

Un poco más al sur, en Alemania, agentes de seguridad han detenido a cientos de personas por asistir a fiestas clandestinas y violar las restricciones de movimiento y de reunión implementadas por el gobierno central. Similar situación se ha vivido en Gran Bretaña, donde algunos operativos policiales han culminado en pequeñas escaramuzas. Por ejemplo, el fin de semana pasado, la policía de Londres se vio obligada a utilizar perros para disolver una fiesta que congregaba a más de 70 personas en un espacio reducido; y días antes había ordenado el desalojo de una boda con más de 200 invitados.

En otros países, como Francia, Suecia o Hungría, las protestas se han enfocado más en los efectos económicos de la pandemia. En esta última nación, el día domingo, trabajadores de restaurantes y hoteles salieron a expresar su descontento por las medidas de confinamiento, las cuales han sido provisionalmente extendidas hasta el 1 de marzo. Los manifestantes aseguran que la situación es inaguantable y que no han recibido asistencia financiera por parte del gobierno. Según las autoridades, el sector hospitalidad no funcionará plenamente hasta tanto no se haya vacunado masivamente a la población.