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La economía europea ha mostrado una resiliencia mayor a la prevista frente a la nueva política arancelaria impulsada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Según la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, esta resistencia se debe en parte a la decisión de la Unión Europea de no responder con medidas comerciales similares que pudieran haber agravado la situación.

El impacto de la guerra comercial sobre los 20 países que utilizan el euro ha sido moderado tanto en términos de crecimiento como de inflación. La firma de un acuerdo comercial entre la UE y Estados Unidos, que limitó los aranceles al 15 %, ayudó a disipar la incertidumbre que amenazaba con frenar la inversión empresarial. Además, el fortalecimiento del euro frente al dólar ha contribuido a abaratar las importaciones, lo que ha favorecido el control de la inflación, que se mantuvo en un nivel moderado del 2 % en agosto.

La Comisión Europea había preparado una lista de productos para aplicar aranceles de represalia, pero decidió suspenderla tras el acuerdo alcanzado en julio entre Trump y la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. La decisión fue influenciada por la presión de sectores empresariales que temían una escalada de medidas recíprocas, así como por el deseo de mantener el respaldo estadounidense a Ucrania.

Gracias a esta postura, Europa ha seguido recibiendo insumos y bienes esenciales sin mayores obstáculos ni aumentos de precios derivados de los aranceles. Los indicadores de presión en las cadenas de suministro se mantienen cerca de sus promedios históricos, lo que ha evitado disrupciones significativas en la producción y distribución.

Mientras tanto, en Estados Unidos, los efectos de los aranceles han generado preocupaciones internas. El mercado laboral ha mostrado señales de enfriamiento y la inflación continúa elevada. Los costos de los impuestos a las importaciones suelen recaer en los consumidores y empresas locales, lo que ha generado tensiones económicas.

En respuesta a estos desafíos, la Unión Europea ha adoptado medidas complementarias para estimular el crecimiento. Entre ellas destacan acuerdos comerciales con países del Mercosur —Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay— y con México. Además, varios gobiernos han incrementado el gasto en defensa ante el aumento de tensiones con Rusia. Alemania, por su parte, ha lanzado un ambicioso plan de inversión en infraestructura, tras años de baja ejecución presupuestaria en ese sector.

A pesar de estas acciones, el crecimiento económico en la eurozona sigue siendo débil. En el segundo trimestre, el aumento fue de apenas 0,1 % respecto al trimestre anterior. Se estima que los efectos de los aranceles y la incertidumbre asociada podrían restar hasta 0,7 puntos porcentuales al crecimiento entre 2025 y 2027.