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Un fiscal regional de Burkina Fasso aseguró que, el pasado 25 de febrero, alrededor de 170 personas fueron ejecutadas en diversos ataques contra un grupo de aldeas en el norte del país, en medio de un pico de violencia yihadista que desde hace algunas semanas ha azotado a la nación africana.

Durante la misma jornada, una mezquita en la región oriental y una iglesia católica en el norte fueron escenario de dos matanzas que causaron decenas de víctimas. No obstante, funcionarios burkineses afirman que estos dos incidentes no guardan relación con lo ocurrido en las aldeas norteñas.

Según testigos presenciales, entre las víctimas de todos estos ataques se cuentan decenas de mujeres y niños pequeños.

Cabe destacar que Burkina Faso lleva varios años luchando contra células yihadistas afiliadas a Al Qaeda y al Estado Islámico, que comenzaron a cruzar la frontera desde el vecino Mali en 2015.

Esta ola de violencia ha causado hasta la fecha la muerte de 20.000 personas y ha dejado a más de 2 millones de desplazados en Burkina Faso, uno de los países más pobres del mundo.

En este sentido, la impotencia de las autoridades frente a la insurgencia yihadista ha sido un factor fundamental en los dos golpes militares que tuvieron lugar en 2022. Por tal razón, el actual jefe de estado, el capitán Ibrahim Traoré, ha propuesto como objetivo fundamental de su gestión la lucha contra los movimientos armados.

En respuesta a los ataques ocurridos el 25 de febrero, los militares burkineses y los Voluntarios para la Defensa de la Patria (VDP, por sus siglas en francés), una fuerza paramilitar compuesta por civiles que luchan junto al ejército, lanzaron una serie de operaciones que, según las autoridades, “lograron la neutralización de cientos de terroristas”.

En palabras del ministro para la Seguridad, Mahmadou Sana, estas acciones de los yihadistas obedecen “a la destrucción de sus bases, campos de entrenamiento y fuentes de financiación del enemigo. También hemos llevado a cabo acciones para destruir sus líneas de suministro”.

A lo largo de los años, no solo iglesias y comunidades cristianas han sido atacadas por los radicales islámicos, sino que decenas de mezquitas e imanes también han sido blanco de estos grupos.

Según cifras del Proyecto de Datos de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados (ACLED, por sus siglas en inglés), una organización no gubernamental que recopila datos sobre diversos conflictos alrededor del mundo, unas 439 personas fueron asesinadas en Burkina Fasso tan solo en enero.