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El jefe del grupo paramilitar ruso Wagner, Yevgeny Prigozhin, partió este sábado hacia Bielorrusia, luego de llegar a un acuerdo negociado por el presidente bielorruso Alexander Lukashenko para poner fin a una insurrección armada de dos días que representó la más grave amenaza para la estabilidad del gobierno del presidente Vladimir Putin en varios años.

El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, fue el encargado de dar a conocer el acuerdo. “Se retirarán los cargos penales en su contra y se facilitará su ingreso a Bielorrusia”, aseguró el funcionario.

Minutos antes, el propio Prigozhin había ordenado el retorno de sus tropas “hacia nuestros campamentos, según lo planeado”. Aquellos que se unieron a Prigozhin no enfrentarán cargos, mientras que el resto de los combatientes firmarán contratos con el Ministerio de Defensa de Rusia.

De esta forma parece que llega a su fin la crisis que comenzó el viernes, cuando las fuerzas de Wagner tomaron la sede del Distrito Militar Sur ubicado en la ciudad de Rostov, y revelaron su objetivo era continuar su marcha hacia Moscú.

Desde hace varios meses, Prigozhin ha sostenido una agria disputa pública con el liderazgo militar ruso y su manejo de las operaciones en Ucrania, aunque nunca había sido penalizado por ello. No obstante, la acción del fin de semana colmó la paciencia de Putin.

Un presidente ruso con el rostro serio dirigió un discurso televisado a la nación, en el que tachó la aventura de Wagner como “una puñalada en la espalda para nuestro país y nuestro pueblo”, afirmando que estaban en presencia de un levantamiento armado y que, por ello, se intensificarían las medidas de seguridad en varias regiones, incluida la capital.

En uno de sus mensajes, el jefe paramilitar había asegurado mediante un mensaje en Telegram que tenía bajo su mando a “25.000 hombres, y vamos encontrar las razones por las que el país está en caos”.

“También tenemos a otros 25.000 esperando como reserva. Todos los que así lo deseen, únanse a nosotros. Debemos poner fin a esta debacle”, añadió.

Sin embargo, durante la noche del sábado, Prigozhin, quien dijo que sus efectivos ya se encontraban a escasos 200 kilómetros de Moscú, decidió dar marcha atrás con el fin de “evitar un derramamiento de sangre”.

A causa de estos incidentes, este lunes fue declarado día no laborable, mientras que los eventos públicos y la concentración de grandes multitudes fueron suspendidos hasta el próximo 1 de julio en la región de Moscú.